Historia del Wrestling - Historias legendarias sobre el no menos legendario André el Gigante
Historia del wrestling…por César del Campo de Acuña
Historias legendarias sobre el no menos legendario André el Gigante
Pero ya que saco a pasear el
adjetivo colosal ¿Por qué no hablar de las gestas colosales que le dieron fama
mundial al gigantesco André? Creo
que recopilar algunas de las más notorias y significativas les podría ayudar a
conocer un poco mejor al hombre que fue conocido como La Octava Maravilla del Mundo.
Su fuerza, como su tamaño fue colosal
André René Roussimoff (su nombre real) no fue solo un hombre
excepcionalmente grande, sino que además se cuenta que era increíblemente
fuerte. Su hermano Jacques cuenta
con cariño que en cierta ocasión, durante la adolescencia de André, uno de los neumáticos de uno de
los coches que tenían en la granja pincho una rueda. Desafortunadamente no
tenían un gato para levantarlo y cambiarla pero claro, tampoco les hacía falta
ya que tenían André. El gigante se
puso de espaldas contra el coche, metió las manos debajo y levanto el automóvil
con suma facilidad para que su hermano pudiera cambiar la rueda sin problemas.
Pero claro, una historia es solo
una historia, pero si le sumas otra en la que se suma otra legendaria proeza de
fuerza, la primera empieza a ser más creíble. Según el miembro del salón de la
fama Arnold Skaaland, en cierta
ocasión estaba bebiendo con André en
un bar. Cuatro achispados clientes comenzaron a meterse con el (algo,
lamentablemente habitual en la vida de André)
y cuando el gigante llego no pudo aguantar más, echo a los borrachines del bar
y comenzó a perseguirlos. Los cuatro trataron de huir en coche, pero no
lograron arrancarlo y cuando André llego
hasta el automóvil en el que se escondían lo volcó con los cuatro tipos aun en
su interior.
No sé si les ha bastado, pero si
no es así, aquí va otra historia de su colosal fuerza. A parte de ser capaz de
arrancar puertas de cuajo (especialmente la de los cuartos de baño de los
hoteles japoneses en los que se hospedaba), André nunca tuvo problema alguno en mostrar a sus compañeros de
profesión lo fuerte que era. En cierta ocasión, cuenta Barry Darsow (Smash en Demoliton) BlackJack Mulligan (un tejano de 2 metros y 1 centímetros de 150
kilogramos de peso) se metió en una pelea con André en la habitación de hotel
en la que estaban (bebiendo como cosacos) para demostrar que el era el tipo más
duro en el wrestling profesional. Tras saltar sobre la espalda de El Gigante y
darle el golpe más fuerte que pudo, André
solo le dijo: ¿por qué haces eso? Acto seguido se sacó a Mulligan de la espalda, lo lanzo contra la ventana del balcón y lo
dejo colgando allí (a cinco pisos de altura), hasta que decidió meterlo otra
vez en la habitación de un tirón.
Les hacía sombra a Gargantua y Pantagruel
André, debido a sus titánicas dimensiones, pudo disfrutar de pocos
de los placeres de la vida. Pero si había unos a los que se entregaba con
deleite fueron, sin lugar a dudas, la comida y la bebida. André, según cuenta
su amigo Tim White (arbitro de
wrestling que compartió muchos, mucho viajes con La Octava Maravilla del Mundo), André no siempre devoraba
increíbles cantidades de comida, pero si tenía hambre y estaba de buen humor
podía zampar en una sentada lo mismo que un regimiento. White comenta, que en una ocasión André, en una sentada, se zampó 16 filetes, 12 langostas, una caja
de cerveza 10 botellas de vino y una botella de Jack Daniels.
No sé si comió tanto en la cena
en la que compartió mesa con Arnold
Schwarzenegger y Wilt Chamberlain
tras el rodaje de Conan el destructor,
pero enlazando con las historias de su colosal cuenta debo contar esta
anécdota. André fue un hombre extraordinariamente generoso, probablemente
porque sabía desde muy joven que moriría pronto. Siempre que salía con amigos,
aunque fuera invitado y no anfitrión, el pagaba la cuenta. El caso es que en
aquella cena entre los tres, André
se levantó para ir al servicio, algo que Schwarzenegger
aprovecho para tratar de pagar la cuenta de los tres. No le dio tiempo, y André justo cuando salía del cuarto de
baño, le vio tratando de pagar. El gigante agarro al actor, lo levanto del
suelo, lo saco del restaurante, lo sentó en el techo de su coche y le dijo:
“esta la pago yo”.
Bueno, volvamos a sus desmanes
alimenticios. André era conocido por
tener un saque increíble, pero su capacidad para ingerir alcohol era de otro
planeta. A André le encantaban la cerveza y los licores (durante una parte de
su vida más que gusto era necesidad para aplacar los terribles dolores de
espalda que sufría) y si se ponía a beber, se ponía a beber. Para sentirse
ligeramente achispado se tenía que beber dos botellas de vodka. Fue capaz de
beberse en una sentada 156 latas de cerveza (habitualmente superaba la
centena). Antes de las comidas era capaz de tomarse una botella de brandy,
regar el almuerzo con varias botellas de vino y pasar la sobremesa con un par
de botellas de coñac. A pesar de todo, nadie era capaz de seguir el ritmo de André y siempre terminaba llevando a
todo el mundo a su casa en coche.
Pero claro, esto no quita que
alguna vez cayera bajo los efectos del alcohol. Mientras filmaba La Pricesa Prometida, André se
bebió prácticamente todo el alcohol del bar del hotel en el que se hospedaban
los actores. El gigante se quedó dormido en el hall de entrada y entonces, para
evitar mala publicad y líos con la prensa y ante la incapacidad de levantar a
un hombre de sus dimensiones del suelo, se decidió rodear al grandullón con una barrera de
cuerda de terciopelo y cubrirlo (para que no pasar frio), con la funda de un
piano de cola.
Flatulencias de otra galaxia
Tanta comida y sobre todo, tanta
bebida no podían ser buenas y claro, le pasaban factura, las cuales se
traducían en las flatulencias más sonoras, pestilentes y largas del planeta.
Cuenta Ted Dibiase, que tras un
vuelo de 14 horas a Japón, se metió
con el gigante en el ascensor del hotel en el que se hospedarían esa noche. André estaba cansado e irritado por el
vuelo y entonces, a medida que subía el ascensor fue parándose planta por
planta. No paraba de subir gente. Encerrado en un habitáculo pequeño para su
tamaño y rodeado por todos lados la claustrofobia comenzó a hacer mella en el
grandullón (algo que le molestaba sobre manera) el cual no dudo ni un segundo
en aflojar sus intestinos y soltar, según el propio Dibiase, el pedo más largo, sonoro y oloroso que jamás había
escuchado y olido. Las personas atrapadas allí salieron despedidas del ascensor
en cuanto hizo otra parada como si no hubiera un mañana.
Pero insisto, una historia tiene
poca chicha, asique contemos otra sobre las legendarias flatulencias de André. Bien, el primer día que Cary Elwes rodó escenas con el gigante
para La Princesa Prometida,
este se tiró un pedo que sonó como un terremoto y que duro 15 segundos. La
gente del estudio se llegó a asustar ya que debido a la resonancia parecía como
si de verdad les hubiera sacudido un terremoto.
Bueno y estas son solo algunas de
las increíbles anécdotas que hicieron que la leyenda de André el Gigante se
hiciera mucho, mucho más grande que su descomunal talla. Aunque, debo decir por
lo que tengo leído, que las dimensiones que nunca llegaron a ser superadas por
su talla o sus legendarias historias, fueron las de su corazón.
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