Historia del Wrestling - Historias legendarias sobre el no menos legendario André el Gigante

Historia del wrestling…por César del Campo de Acuña

Historias legendarias sobre el no menos legendario André el Gigante

Desde los ocho años de edad el wrestling, lucha libre o pressing catch ha sido algo importante para mí. Es cierto que últimamente mi relación con él no es muy positiva y estoy en modo “cualquier tiempo pasado fue mejor” pero, tengo claro que este espectáculo ha sido y siempre será algo relevante en mi vida. Me ahorrare contarles una vez más como me aficione ya que creo, si no recuerdo mal, que ya lo he hecho y tampoco es mi intención hacerles perder el tiempo con mis batallitas de Abuelo Cebolleta. Pero, pero, pero…en honor del protagonista en esta entrada si les volveré a relatar que la primera figura de la WWF de Hasbro  que tuve fue la de André el Gigante. El bueno de André…ese gigante bonachón al que todos conocimos en La Princesa Prometida y al que pudimos ver en Barcelona el 5 de octubre de 1991 acompañando al cuadrilátero al favorito del publico The British Bulldog en el combate que le enfrento al temible y colosal Earthquake.

Pero ya que saco a pasear el adjetivo colosal ¿Por qué no hablar de las gestas colosales que le dieron fama mundial al gigantesco André? Creo que recopilar algunas de las más notorias y significativas les podría ayudar a conocer un poco mejor al hombre que fue conocido como La Octava Maravilla del Mundo.

Su fuerza, como su tamaño fue colosal

André René Roussimoff (su nombre real) no fue solo un hombre excepcionalmente grande, sino que además se cuenta que era increíblemente fuerte. Su hermano Jacques cuenta con cariño que en cierta ocasión, durante la adolescencia de André, uno de los neumáticos de uno de los coches que tenían en la granja pincho una rueda. Desafortunadamente no tenían un gato para levantarlo y cambiarla pero claro, tampoco les hacía falta ya que tenían André. El gigante se puso de espaldas contra el coche, metió las manos debajo y levanto el automóvil con suma facilidad para que su hermano pudiera cambiar la rueda sin problemas.

Pero claro, una historia es solo una historia, pero si le sumas otra en la que se suma otra legendaria proeza de fuerza, la primera empieza a ser más creíble. Según el miembro del salón de la fama Arnold Skaaland, en cierta ocasión estaba bebiendo con André en un bar. Cuatro achispados clientes comenzaron a meterse con el (algo, lamentablemente habitual en la vida de André) y cuando el gigante llego no pudo aguantar más, echo a los borrachines del bar y comenzó a perseguirlos. Los cuatro trataron de huir en coche, pero no lograron arrancarlo y cuando André llego hasta el automóvil en el que se escondían lo volcó con los cuatro tipos aun en su interior.

No sé si les ha bastado, pero si no es así, aquí va otra historia de su colosal fuerza. A parte de ser capaz de arrancar puertas de cuajo (especialmente la de los cuartos de baño de los hoteles japoneses en los que se hospedaba), André nunca tuvo problema alguno en mostrar a sus compañeros de profesión lo fuerte que era. En cierta ocasión, cuenta Barry Darsow (Smash en Demoliton) BlackJack Mulligan (un tejano de 2 metros y 1 centímetros de 150 kilogramos de peso) se metió en una pelea con André en la habitación de hotel en la que estaban (bebiendo como cosacos) para demostrar que el era el tipo más duro en el wrestling profesional. Tras saltar sobre la espalda de El Gigante y darle el golpe más fuerte que pudo, André solo le dijo: ¿por qué haces eso? Acto seguido se sacó a Mulligan de la espalda, lo lanzo contra la ventana del balcón y lo dejo colgando allí (a cinco pisos de altura), hasta que decidió meterlo otra vez en la habitación de un tirón.


Les hacía sombra a Gargantua y Pantagruel

André, debido a sus titánicas dimensiones, pudo disfrutar de pocos de los placeres de la vida. Pero si había unos a los que se entregaba con deleite fueron, sin lugar a dudas, la comida y la bebida. André, según cuenta su amigo Tim White (arbitro de wrestling que compartió muchos, mucho viajes con La Octava Maravilla del Mundo), André no siempre devoraba increíbles cantidades de comida, pero si tenía hambre y estaba de buen humor podía zampar en una sentada lo mismo que un regimiento. White comenta, que en una ocasión André, en una sentada, se zampó 16 filetes, 12 langostas, una caja de cerveza 10 botellas de vino y una botella de Jack Daniels.

No sé si comió tanto en la cena en la que compartió mesa con Arnold Schwarzenegger y Wilt Chamberlain tras el rodaje de Conan el destructor, pero enlazando con las historias de su colosal cuenta debo contar esta anécdota. André fue un hombre extraordinariamente generoso, probablemente porque sabía desde muy joven que moriría pronto. Siempre que salía con amigos, aunque fuera invitado y no anfitrión, el pagaba la cuenta. El caso es que en aquella cena entre los tres, André se levantó para ir al servicio, algo que Schwarzenegger aprovecho para tratar de pagar la cuenta de los tres. No le dio tiempo, y André justo cuando salía del cuarto de baño, le vio tratando de pagar. El gigante agarro al actor, lo levanto del suelo, lo saco del restaurante, lo sentó en el techo de su coche y le dijo: “esta la pago yo”.

Bueno, volvamos a sus desmanes alimenticios. André era conocido por tener un saque increíble, pero su capacidad para ingerir alcohol era de otro planeta. A André le encantaban la cerveza y los licores (durante una parte de su vida más que gusto era necesidad para aplacar los terribles dolores de espalda que sufría) y si se ponía a beber, se ponía a beber. Para sentirse ligeramente achispado se tenía que beber dos botellas de vodka. Fue capaz de beberse en una sentada 156 latas de cerveza (habitualmente superaba la centena). Antes de las comidas era capaz de tomarse una botella de brandy, regar el almuerzo con varias botellas de vino y pasar la sobremesa con un par de botellas de coñac. A pesar de todo, nadie era capaz de seguir el ritmo de André y siempre terminaba llevando a todo el mundo a su casa en coche.

Pero claro, esto no quita que alguna vez cayera bajo los efectos del alcohol. Mientras filmaba La Pricesa Prometida, André se bebió prácticamente todo el alcohol del bar del hotel en el que se hospedaban los actores. El gigante se quedó dormido en el hall de entrada y entonces, para evitar mala publicad y líos con la prensa y ante la incapacidad de levantar a un hombre de sus dimensiones del suelo, se decidió  rodear al grandullón con una barrera de cuerda de terciopelo y cubrirlo (para que no pasar frio), con la funda de un piano de cola.



Flatulencias de otra galaxia

Tanta comida y sobre todo, tanta bebida no podían ser buenas y claro, le pasaban factura, las cuales se traducían en las flatulencias más sonoras, pestilentes y largas del planeta. Cuenta Ted Dibiase, que tras un vuelo de 14 horas a Japón, se metió con el gigante en el ascensor del hotel en el que se hospedarían esa noche. André estaba cansado e irritado por el vuelo y entonces, a medida que subía el ascensor fue parándose planta por planta. No paraba de subir gente. Encerrado en un habitáculo pequeño para su tamaño y rodeado por todos lados la claustrofobia comenzó a hacer mella en el grandullón (algo que le molestaba sobre manera) el cual no dudo ni un segundo en aflojar sus intestinos y soltar, según el propio Dibiase, el pedo más largo, sonoro y oloroso que jamás había escuchado y olido. Las personas atrapadas allí salieron despedidas del ascensor en cuanto hizo otra parada como si no hubiera un mañana.

Pero insisto, una historia tiene poca chicha, asique contemos otra sobre las legendarias flatulencias de André. Bien, el primer día que Cary Elwes rodó escenas con el gigante para La Princesa Prometida, este se tiró un pedo que sonó como un terremoto y que duro 15 segundos. La gente del estudio se llegó a asustar ya que debido a la resonancia parecía como si de verdad les hubiera sacudido un terremoto.

Bueno y estas son solo algunas de las increíbles anécdotas que hicieron que la leyenda de André el Gigante se hiciera mucho, mucho más grande que su descomunal talla. Aunque, debo decir por lo que tengo leído, que las dimensiones que nunca llegaron a ser superadas por su talla o sus legendarias historias, fueron las de su corazón.



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